AUTOR:
Michel-Guillaume-Jean de Crèvecoeur (también conocido como J.
Hector St. John de
Crèvecoeur)
Transporte de esclavos |
TRADUCTOR: Pedro
Peña
N. del T.: en un
texto anterior de Crèvecoeur (1735-1813) hemos visto su admiración
por el nuevo continente y sus habitantes. Pero en sus cartas también
están presentes los aspectos negativos de la nueva nación que se
gestaba a partir de las colonias inglesas. En este caso se trata de un
fragmento en el que el autor arremete contra los
propietarios de plantaciones en Charleston y el terrible tratamiento
al que sometían a sus esclavos a fines del siglo XVIII. Un siglo
antes de que los EEUU abolieran la esclavitud. El tenor del fragmento
recuerda de alguna manera aquellas denuncias escritas por Bartolomé
de las Casas acerca del modo en el que los conquistadores españoles
sometían a los nativos americanos en Centroamérica y el Perú.
Fragmento de la CARTA IX
Si alguna vez
poseyera una plantación y mis esclavos fueran tratados como son en
general tratados aquí, nunca podría descansar con tranquilidad; mi
sueño sería perpetuamente estorbado por la retrospectiva de los
fraudes cometidos en África para atraparlos, fraudes que sobrepasan
en enormidad todo lo que una mente común posiblemente pueda
concebir. Estaría pensando en el tratamiento bárbaro con el que se
encuentran a bordo de las naves, en sus angustias, en la
desesperación necesariamente inspirada por su situación cuando se
los arranca de sus amigos y relaciones, cuando son entregados en las
manos de gente de color distinto a quienes no pueden entender,
transportados en una extraña máquina sobre un siempre agitado
elemento que nunca han visto antes, y finalmente entregados a la
severidad de los azotadores y a las excesivas labores de los campos.
¿Puede ser posible que la fuerza de la costumbre me haga sordo a
todas estas reflexiones y tan insensible a la injusticia de este
comercio y a sus miserias como parecen serlo los ricos habitantes de
este pueblo? ¿Qué es entonces el hombre, este ser que se jacta
tanto de la excelencia y de la dignidad de su naturaleza entre toda
la variedad de inescrutables misterios, de problemas sin solución,
de los que está rodeado?
Aviso de venta de esclavos, sin viruela. |
¿Pero es realmente
cierto, como yo he escuchado que se asegura aquí, que estos negros
son incapaces de sentir los acicates de la emulación y el sonido
alegre del estímulo? De ninguna forma; hay mil pruebas existentes de
su gratitud y de su fidelidad; esos corazones en los que pueden
crecer tan nobles disposiciones son entonces como los nuestros; son
susceptibles de todos los sentimientos generosos, de todos los
motivos útiles de acción; ellos son capaces de recibir las luces
del conocimiento, de absorber ideas que les aliviarían en mucho el
peso de sus miserias. ¿Pero qué métodos se han usado en general
para obtener tan deseable fin? Ninguno; el día en el que llegan y en
el que son vendidos es el primero de sus trabajos, trabajos que desde
esa hora en adelante no admiten respiro; incluso siéndoles por ley
concedido el domingo para el esparcimiento, son obligados a emplear
ese tiempo, el cual está pensado para el descanso, en labrar sus
pequeñas plantaciones. ¿Qué puede esperarse entonces de estos
desdichados en tales circunstancias? Forzados desde su país nativo,
cruelmente tratados a bordo y no menos cruelmente tratados en las
plantaciones a las cuales son llevados; ¿hay algo en este
tratamiento que no deba encenderles todas las pasiones, sembrar en
ellos todas las semillas del resentimiento inveterado y nutrirles el
deseo de perpetua venganza? Ellos son abandonados al efecto
irresistible de estas fuertes y naturales propensiones; los golpes
que reciben, ¿son propicios a extinguirlos o conducentes a ganar su
afecto? Ni son confortados por las esperanzas de que su esclavitud
terminará alguna vez sino con su muerte, ni animados por la
generosidad de su alimentación o la benevolencia en el trato. Las
mismas esperanzas extendidas a la humanidad por la religión, ese
sistema de consuelo tan útil a los miserables, nunca les son
ofrecidas. Ni
Recompensa por un esclavo que huyó. |