jueves, 2 de febrero de 2017

APUNTES SOBRE LA CONVIVENCIA DE LAS DISTINTAS RELIGIONES EN AMÉRICA DEL NORTE


AUTOR: Michel-Guillaume-Jean de Crèvecoeur (también conocido como J. Hector St. John de Crèvecoeur)

TRADUCTOR: Pedro Peña


N. del T.: en textos anteriores de Crèvecoeur (1735-1813) hemos visto su admiración por el nuevo continente y sus habitantes, así como su rechazo a la práctica de la esclavitud en las colonias inglesas de lo que luego serían los EEUU. En esta ocasión, el texto traducido tiene que ver con la posibilidad de convivencia de distintos credos religiosos, que el autor anunciaba como posible en el nuevo continente. Un texto para ser leído en la actual coyuntura y, tal vez, esbozar una sonrisa. Una sonrisa irónica. Tal vez trágica.



Así como me he esforzado para mostrarles cómo los Europeos1 se vuelven Americanos, no sería inadecuado que les mostrara igualmente cómo las varias sectas cristianas introducidas se desgastan, y cómo la indiferencia religiosa se vuelve prevalente. Cuando un número considerable de integrantes de una secta particular vive junto a otros, inmediatamente erigen un templo y allí adoran a la Divinidad de acuerdo a sus propias y peculiares ideas. Nadie los molesta. Si alguna nueva secta surge en Europa, podría suceder que muchos de sus profesores vinieran y se establecieran en América. Como traen su fervor con ellos, están en libertad de conseguir prosélitos, si pueden, y de fundar una congregación, y seguir los dictados de sus conciencias, porque ni el gobierno ni ningún otro poder interfiere. Si son sujetos pacíficos e industriosos, ¿qué puede importarles a sus vecinos cómo y de qué manera piensan dirigir sus plegarias hacia el Ser Supremo? Pero si los miembros de la secta no se establecen juntos ni cerca, si están mezclados con otras denominaciones, su fervor se enfriará y se extinguirá en poco tiempo. Entonces los Americanos se vuelven, para la religión, lo que ya son para el país: afines a todos. El nombre de Inglés, Francés o Europeo, en ellos, está perdido; y de igual manera, los estrictos modos de la Cristianidad tal como se practica en Europa, también están perdidos. Este efecto se extenderá aun más desde ahora en adelante, y aunque pueda parecerles una idea extraña, aun así es muy verdadera. Quizás pueda en lo próximo explicarme mejor; mientras tanto, dejemos que el siguiente ejemplo sirva como mi primera justificación.

Supongamos que usted y yo estamos viajando; observamos que en esta casa, a la derecha, vive un Católico que reza a Dios como le ha sido enseñado y cree en la transustanciación; trabaja y cultiva el trigo, tiene una extensa familia de niños, todos sanos y robustos; su creencia, sus oraciones, no ofenden a nadie. A tal vez una milla de distancia, por el mismo camino, su vecino más próximo podría ser un honesto y esforzado Alemán Luterano que se dirige hacia el mismo Dios, el Dios de todos, de acuerdo a los modos en los que ha sido educado, y cree en la consustanciación, y haciendo esto no escandaliza a nadie; también trabaja en sus campos, embellece la tierra, limpia las ciénagas, etc. ¿Qué tiene que ver el mundo con sus principios Luteranos? Él no persigue a nadie, y nadie lo persigue. Visita a sus vecinos, y sus vecinos lo visitan. Cerca de él vive un secesionista, el más entusiasta de todos. Su fervor es ardiente e intenso, pero como está separado de otros de su misma naturaleza, no tiene una congregación propia a la que remitirse y en la que podría complotar y mezclar el fervor y el orgullo religioso con la obstinación mundana. Él, en cambio, consigue buenas cosechas, su casa está pintada bellamente, su huerto de frutales es uno de los más hermosos del vecindario. ¿Cómo es que conciernen al bien del país o de la provincia, los sentimientos religiosos de este hombre, si es que realmente tiene algunos? Es un buen granjero, sobrio, pacífico, un buen ciudadano. El mismo William Penn2 no desearía más que esto. Este es su carácter visible; lo invisible sólo puede adivinarse y no es del interés de nadie... Cada una de estas personas instruye a sus hijos tan bien como puede, pero esta instrucción es débil comparada a aquella que se les da a los jóvenes de las clases más pobres en Europa. Sus hijos, entonces, crecerán menos fervorosos y más indiferentes en materia de religión que sus padres. La tonta vanidad, e incluso la virulencia por hacer prosélitos, es desconocida aquí; no tienen tiempo para ella porque las estaciones reclaman toda su atención, y de esa manera, en unos pocos años, este vecindario variado exhibirá una extraña mezcla religiosa que no será puramente ni Catolicismo ni Calvinismo. De esta manera todas las creencias estarán mezcladas, al igual que todas las naciones; y así la indiferencia religiosa es imperceptiblemente diseminada desde un extremo del continente al otro, siendo al presente una de las características más fuertes de los Americanos. Nadie puede predecir
adónde conducirá esto. Tal vez quede un vacío que permita recibir otros sistemas. La persecución, el orgullo religioso, el amor por la contradicción, son el alimento de lo que el mundo comúnmente llama religión. Estos móviles han cesado aquí. El fervor en Europa está confinado. Aquí se evapora en la gran distancia que tiene que viajar. Allí es un grano de pólvora encerrado3; aquí se quema en el aire abierto y se consume sin efecto.


1Se respeta el uso de mayúsculas de acuerdo al texto original.
2Cuáquero inglés fundador de Pennsylvania.

3Listo para encender y disparar.