domingo, 13 de noviembre de 2016

CRISIS AMERICANA


Autor: Thomas Paine

Traductor: Pedro Peña





N. del T.: Thomas Paine (Thetford, Inglaterra, 1737 – Nueva York, EEUU, 1809) es uno de los padres fundadores de la nación norteamericana. La siguiente traducción (la segunda que realizo de un texto de Paine) es el inicio de una serie de escritos clásicos y panfletarios del autor titulados American crisis. Estos trabajos fueron publicados desde 1776 hasta 1783, coincidentemente con la revolución independentista. Como suele decirse, toda explicación acerca del presente radica en la historia.






ESTOS SON LOS TIEMPOS que prueban el alma de los hombres. El soldado de verano y el patriota a la luz del día se escabullirán, en esta crisis, del servicio de su país. Pero el que se alce de ahora en adelante merecerá el amor y la gratitud de los hombres y las mujeres compatriotas. La tiranía, como el infierno, no es conquistada fácilmente. Y aun así tenemos con nosotros el consuelo de que cuánto más duro el conflicto, más glorioso el triunfo. Lo que obtenemos a un bajo precio, lo estimamos demasiado livianamente. Es únicamente el alto costo lo que le da a cada cosa su valor. El cielo sabe cómo poner un precio apropiado a sus mercancías y sería extraño, ciertamente, que un artículo tan celestial como la libertad no fuera costoso. Gran Bretaña, con una Armada para asegurar su tiranía, ha declarado que tiene el derecho no solamente a poner impuestos, sino a amarrarnos totalmente en cualquier caso. Y si ser amarrado de esa manera no es esclavitud, entonces no hay tal cosa como la esclavitud sobre la tierra. Hasta la expresión es impía, porque un poder tan ilimitado puede solamente pertenecer a Dios.

No entraré en la discusión de si la independencia del continente fue declarada demasiado pronto o demorada largo tiempo. Mi propia y simple opinión es que, si hubiera sido ocho meses antes, habría sido mucho mejor. No hicimos un uso apropiado del último invierno, ni podríamos haberlo hecho mientras éramos un estado dependiente. Sin embargo, la falta, si es que hubo una, fue toda nuestra. No tenemos a nadie a quien culpar sino a nosotros. Pero no se ha perdido demasiado todavía. Todo lo que Howe ha estado haciendo este mes pasado es más un estrago que una conquista, al cual el espíritu de los Jerseys, un año atrás, habría rápidamente reprimido, y al que el tiempo y un poco de resolución pronto recuperarán.

Tengo menos superticiones que ningún hombre viviente, pero mi opinión secreta ha sido siempre, y todavía lo es, que Dios Todopoderoso no entregará a un pueblo a la destrucción militar, o lo abandonará sin ayuda a que perezca, y aun menos a un pueblo que tan seria y repetidamente buscó evitar las calamidades de la guerra por todos los métodos decentes que la sabiduría pudo inventar. Ni tampoco hay tanto de impío en mí como para suponer que Él ha renunciado al gobierno del mundo y nos ha entregado al cuidado de los diablos; y como no lo hago, no puedo ver bajo qué motivos el rey de Gran Bretaña puede mirar al cielo pidiendo por ayuda contra nosotros: un asesino común, un salteador de caminos, o alguien que irrumpe en una casa para robar, tienen tan buenas pretensiones como las suyas.


Es sorprendente ver cuán rápidamente el pánico corre a lo largo de un país. Todas las naciones y edades han estado sujetos a él. Gran Bretaña ha temblado como bajo una fiebre ante el reporte de la flota francesa ligera; y en el siglo XIV, la armada inglesa por entero, después de haber estragado el reino de Francia, fue devuelta a su lugar como hombres petrificados por el miedo. Y esta valiente hazaña fue llevada a cabo por unas pocas y quebradas fuerzas, reunidas y lideradas por una mujer: Juana de Arco. ¡Ojalá el cielo inspirara alguna virgen de Jersey a ensalzar el espíritu de sus coterráneos, y salvar a sus compatriotas sufrientes del daño y la violación! Y aun así, el pánico en algunos casos tiene sus usos; produce tanto bien como dolor. Su duración es siempre corta; la mente pronto crece a través de él y adquiere un hábito más firme que el anterior. Pero su peculiar ventaja es que, siendo la piedra de toque de la sinceridad y la hipocresía, lleva las cosas de los hombres hacia la luz, las cuales de otra manera habrían permanecido para siempre sin descubrir. (...) Tamizan los pensamientos escondidos del hombre y los exponen en público al mundo.