martes, 10 de octubre de 2017

ARISTOCRACIA Y FALSA ARISTOCRACIA

Autor: Thomas Jefferson
Traductor: Pedro Peña

  En 1812, John Adams y Thomas Jefferson, que habían sido enemigos políticos, renovaron su amistad y su correspondencia y las continuaron por los catorce años restantes de sus vidas. Como Adams explicaba, “Usted y yo no deberíamos morir antes de que nos hubiéramos explicado el uno al otro”. Discreparon fundamentalmente en un punto: la aristocracia. Jefferson sostenía que había una distinción entre la aristocracia genuina y la artificial. Adams insistía en que eran, finalmente, incluso desafortunadamente, una sola y la misma.

Carta a John Adams.
Monticello, 28 de octubre de 1813.

  Estimado Caballero: de acuerdo a lo establecido entre nosotros sobre tomar de a uno por vez los asuntos de nuestra correspondencia, vuelvo sobre vuestras cartas del 16  de agosto y 2 de septiembre.
  Estoy de acuerdo con usted en que hay una aristocracia natural entre los hombres. Los fundamentos de ella son la virtud y los talentos. En el pasado, el poder corporal garantizaba un lugar entre los aristoi[1]. Pero desde que la invención de la pólvora ha armado a los débiles tanto como a los fuertes con el poder de la muerte, la fuerza corporal, la belleza, el buen humor, la amabilidad y otras virtudes no se han vuelto más que auxiliares en la distinción.
  Hay también una aristocracia artificial basada en la riqueza y el nacimiento, sin virtudes ni talentos. Porque si los tuviera, pertenecería a la primera clase. La aristocracia natural es la que yo considero el más preciado de los dones de la naturaleza, para la instrucción, la confianza y el gobierno de la sociedad. Y ciertamente hubiese sido inconsistente la Creación al haber formado al hombre para el estado social, y no haberlo provisto de la virtud y la sabiduría suficiente para manejar los asuntos de esa sociedad. ¿Podríamos soslayar que esta forma de reglarnos es la que mejor nos provee de una más pura selección de aquellos naturales aristoi dentro de las oficinas de gobierno?
  La aristocracia artificial es un ingrediente dañino en el gobierno y deberían hacerse previsiones para evitar su ascenso. En la cuestión acerca de cuál es la mejor previsión, usted y yo diferimos. Pero diferimos como amigos racionales, usando el libre ejercicio de nuestra propia razón, y mutuamente indultando sus errores. Usted piensa que es mejor poner a los pseudo-aristócratas dentro de una cámara separada de la legislatura, donde se podría evitar que hicieran daño y donde también ellos podrían constituirse en una protección de la riqueza contra los saqueos agrarios de la mayoría. Yo pienso que darles poder para evitar que hagan daño es armarlos para ello, incrementando de esa manera el mal en vez de remediarlo. Porque si los cuerpos coordinadas de la legislatura pueden frenar su acción, también podría ser que ocurriese al revés. El daño podría hacerse por la negativa tanto como por la positiva. Acerca de esto, un grupo de aliados en el Senado de los Estados Unidos ha recogido numerosas pruebas.
  Tampoco los creo necesarios para proteger la riqueza; porque un número alto de ellos sabrá encontrar su camino dentro de cada rama de la legislación para protegerse a sí mismos. (…) Yo pienso que el mejor remedio es el que han previsto todas nuestras constituciones: dejar a los ciudadanos la libre elección y separación de los aristócratas de los pseudo-aristócratas, del trigo de la cascarilla.  En general elegirán a los verdaderamente buenos y sabios. En algunas instancias, la riqueza puede corromperlos y el nacimiento cegarlos, pero no en grado suficiente como para poner en peligro a la sociedad.








[1] Del Griego: los mejores.