Autor: Jonh
Winthrop
Traducción
: Pedro
Peña
Nota del Traductor: John Winthrop
(1588 – 1649) fue un acaudalado hombre de leyes inglés y una de las figuras
principales en la fundación de la Massachusets Bay Colony a partir de
1630. Su Diario (The Journal of John Winthrop, publicado por
primera vez en 1826) es uno de los testimonios más importantes de aquellas
épocas. Winthrop era puritano, lo que se plasma claramente en sus escritos. Sus
ideas religiosas puritanas acerca de la vida y del trabajo arraigaron de forma
notoria en la identidad de lo que en aquel momento era New England.
9 de
noviembre de 1639. En una corte
general en Boston se presentó una importante querella acerca de los abusos practicados
en el condado en la venta de mercancías básicas provenientes del extranjero. Mr.
Robert Keayne, dueño de una tienda en Boston, fue notoriamente observado y señalado
por encima de los otros; habiendo sido convocado a la corte, fue acusado por
muchos particulares de haber tomado seis peniques de ganancia en un chelín,
otras veces hasta ocho peniques, y en otros casos, encima de dos por uno.
Habiéndoselo declarado culpable, como aparece en los registros, fue multado con
£ 200. Después de que la corte lo hubo censurado, la iglesia de Boston lo llamó
a que respondiera, lo que hizo entre lágrimas, reconociendo los hechos y lamentándose
por su codicioso y corrupto corazón, a veces incluso excusándose mediante
explicaciones ante los muchos casos particulares de los que fue acusado, aduciendo
ignorancia del precio verdadero de algunas mercaderías, y principalmente, admitiendo
haber sido mal guiado por falsos principios comerciales.
Estos asuntos dieron ocasión a Mr. Cotton, en
el ejercicio público de los sermones del siguiente día, de referirse a tales
falsos principios, así como de dar ciertas reglas de instrucción en estos casos.
Algunos de los falsos principios expuestos fueron
los siguientes:
1. Que un hombre debía
vender tan caro y comprar tan barato como pudiera.
2. Si alguien perdiera, por accidente
en el mar, etcétera, algunas de sus mercancías, podía aumentar el precio del
resto.
3. Que se podía vender al
mismo precio que se compró, aunque se hubiera pagado demasiado caro y aunque el
precio de la mercancía hubiese caído.
4. Que así como alguien podía
tomar ventaja de su propia habilidad y talento, de la misma manera podía
hacerlo de la ignorancia o la necesidad de otro.
5. Si alguien diera un tiempo
a otro para pagarle, podía buscar compensación a esto en otro comprador.
Las nuevas reglas para comerciar fueron estas:
1. Ningún hombre puede
vender por encima del precio corriente, tal precio siendo el usual en el lugar
y en el tiempo, y tal que otro, que conozca el valor de la mercancía, lo diera
por ella si tuviera ocasión de usarla, y todo esto con dinero corriente que
cualquier persona pudiera tomar.
2. Cuando alguien perdiere
su mercadería por falta de habilidad, etcétera, debe ver esto como su propia
falta, o cruz, y por lo tanto no debe imponérsela a otro.
3. Lo que un hombre perdiere
por un accidente en el mar, u otras razones, es una pérdida puesta sobre él por
la Providencia, y no debe deshacerse de ella imponiéndosela a otro; (…) pero cuando haya escasez de la mercadería,
entonces puede aumentar su precio, porque ahora la mano de Dios está puesta sobre
la mercadería y no sobre la persona.
4. Un hombre no debe pedir
más por su mercadería que el precio de venta; como Ephron a Abraham, la tierra es
lo que vale.
Habiendo sido
debatida la causa por los feligreses, algunos se mostraban ansiosos de
excomulgar al acusado; pero la mayoría pensó que una amonestación sería
suficiente. Finalmente, la iglesia consintió en solo amonestarlo.