![]() |
Jefferson |
AUTOR:
Thomas Jefferson
TRADUCTOR:
Pedro Peña
Nota
del traductor: Thomas Jefferson (1743-1826) es otro de los padres
fundadores de los EEUU. Fue un hombre de saber enciclopédico,
artista, científico, inventor y escritor. También fue político
ostentando los cargos de Gobernador de Virginia, Secretario de
Estado, Vice Presidente y, finalmente, Presidente de su país. En el
siguiente texto, extraído del clásico Notes on the State of
Virginia (primera versión de 1781), fustiga las singulares y
algo disparatadas ideas del Conde de Buffon acerca de los nativos
americanos. Se ha respetado la puntuación original del autor, así
como el uso de mayúsculas en algunos términos que usualmente no la
admitirían.
La opinión presentada por el Conde de Buffon 1es:
1. Que los animales comunes al viejo y al nuevo mundo son más
pequeños en este último. 2. Que aquellos peculiares al nuevo, son
en escala más pequeños. 3. Que aquellos que han sido domesticados
en ambos, se han degenerado en América: y 4. Que, en total, el nuevo
mundo exhibe menos especies.
![]() |
Conde de Buffon |
Hasta ahora he considerado estas hipótesis como aplicadas a los
animales brutos solamente, y no en su extensión al hombre de
América, sea éste aborigen o inmigrante. Es la opinión del
Monseñor de Buffon que los anteriores no son una excepción a ello:
“Aunque el salvaje del nuevo mundo es más o menos de la misma
altura que el hombre en nuestro mundo, esto no le alcanza para
constituir una excepción al hecho general de que toda la naturaleza
viviente se ha hecho más pequeña en aquel continente. El salvaje es
débil y tiene órganos de generación pequeños; no tiene pelo ni
barba, ni ardor por su hembra; aunque es más rápido que el Europeo,
porque está mejor acostumbrado a correr, es, por otro lado, menos
fuerte en su cuerpo, y también es menos sensible, y aun más tímido
y cobarde; no tiene vivacidad ni actividad mental; la actividad de su
cuerpo es menos un ejercicio, un movimiento voluntario, que una
acción necesaria causada por la carencia; alívienlo del hambre y
de la sed, y lo privarán del principio activo de todos sus
movimientos; descansará estúpidamente sobre sus piernas o yaciendo
días enteros. No hay necesidad de buscar más allá la causa del
modo de vida apartado de estos salvajes, y de su repugnancia por la
sociedad; la más preciosa chispa del fuego de la naturaleza les ha
sido negada; carecen de pasión por sus hembras, y consecuentemente
no tienen amor por sus coterráneos; desconociendo éste, el más
fuerte y el más tierno de los afectos, sus otros sentimientos son
también fríos y lánguidos; aman a sus padres y a sus hijos, pero
poco; la más íntima de todas las ataduras, el vínculo familiar,
los sujeta, por esa misma razón, de forma leve; entre familia y
familia no hay atadura alguna; por eso no tienen un territorio común,
ni riquezas comunes, ni estatus de sociedad. El amor físico
constituye su única moralidad; sus corazones son gélidos, sus
sociedades frías, y sus reglas severas. Miran a sus mujeres solo
como sirvientas para todo trabajo, o como bestias de carga a las que
cargan sin consideración con el peso de sus cacerías, y a las que
compelen sin misericordia, sin gratitud, a practicar tareas que están
a menudo más allá de sus fuerzas. Tienen pocos niños, y los cuidan
muy poco. Por todos lados aparece el defecto original: son
indiferentes porque tienen poca capacidad sexual, y esta indiferencia
hacia el otro sexo es el defecto fundamental que debilita su
naturaleza, previene su desarrollo y, destruyendo los mismos gérmenes
de la vida, al mismo tiempo desarraiga la sociedad. El hombre aquí
no es una excepción a la regla general. La Naturaleza, negándole el
poder del amor, lo ha tratado peor y lo ha descendido aun más
profundo que a cualquier animal.”
![]() |
Libro |
Una imagen atribulada por
cierto, la cual, por el honor de la naturaleza humana, estoy
complacido de creer que no es original. De los Indios de Sudamérica
no sé nada; porque no honraría con el estatus de conocimiento todo
aquello que se deriva de las fábulas publicadas sobre ellos, las que
creo deben ser tan verdaderas como las fábulas de Esopo. Lo que yo
creo está fundado en lo que he visto del hombre, blanco, rojo y
negro, y de lo que ha sido escrito sobre él por autores, ilustrados
ellos mismos, y escribiendo entre gente ilustrada. Del Indio de
Norteamérica, estando más cerca de nuestro alcance, puedo hablar
desde mi propio conocimiento y aun más desde la información de
otros más familiarizados con él y en cuya verdad y juicio puedo
confiar2.
De estas fuentes puedo decir, en contradicción con la representación
anterior, que no es ni defectuoso en ardor, ni más impotente con sus
hembras que el hombre blanco reducido a la misma dieta y ejercicio;
que es valiente cuando una empresa depende de la valentía; su
educación les dicta que el honor consiste en la destrucción de un
enemigo por la estratagema, y en la preservación de su propia
persona libre de injuria; o tal vez esto sea lo natural; mientras que
es la educación la que nos ha enseñado a nosotros a honrar más la
fuerza que la finura; que se defenderá a sí mismo contra una
multitud de enemigos, siempre eligiendo la muerte en vez de rendirse,
aunque fuera a los blancos, de los que sabe que recibirá un buen
trato; bien que en otras situaciones también se encuentra con la
muerte de forma más deliberada, y soporta la tortura con una firmeza
desconocida entre nosotros, casi con entusiasmo religioso; qué es
afectuoso con sus hijos, cuidadoso con ellos e indulgente en extremo;
que sus afectos comprenden sus otros vínculos, debilitándose como
entre nosotros, de círculo a círculo a medida que se alejan del
centro; que sus amistades son fuertes y fieles al máximo extremo;
que su sensibilidad es pura, y aun hasta los guerreros lloran
amargamente la pérdida de sus hijos, a pesar de que en general se
esfuercen por parecer superiores a los eventos humanos; que su
vivacidad y actividad mental es igual a la nuestra en la misma
situación, de ahí su entusiasmo por la caza y por los juegos de
azar. Las mujeres son obligadas a un trabajo injusto y fastidioso. Y
esto, según creo, es lo que sucede con todos los pueblos bárbaros,
entre los cuales la fuerza es la ley. El sexo más fuerte se impone
sobre el más débil. Es solo la civilización la que ubica a las
mujeres en el gozo de su natural igualdad. Aquella nos enseña
primero a sublimar las pasiones egoístas y a respetar en otros
aquellos derechos que valoramos para nosotros mismos. Si viviéramos
en un barbarismo similar, nuestras mujeres serían expuestas al mismo
trabajo fastidioso.
El hombre entre ellos es menos fuerte que entre nosotros, pero sus
mujeres son más fuertes que las nuestras. Y ambos por la misma obvia
razón: porque nuestros hombres y sus mujeres están habituados a la
labor y formados por ella. Entre las dos razas, el sexo beneficiado
es menos atlético. Un hombre indio tiene mano y muñeca más
pequeñas por la misma razón por la cual un marinero tiene brazos y
hombros más grandes y fuertes, al igual que un acarreador tiene sus
piernas y muslos. Crían menos niños que nosotros. Las causas de
esto hay que buscarlas no en las diferencias de la naturaleza, sino
en las circunstancias. Las mujeres muy frecuentemente ayudan a los
hombres en sus partidas de guerra y de caza. La crianza de niños se
vuelve extremadamente inconveniente para ellas. Se ha dicho, por lo
tanto, que han aprendido la práctica de procurarse el aborto por el
uso de algunas plantas, y que esto incluso se extiende a la
prevención de la concepción por un tiempo considerable. Durante
estas partidas las mujeres se encuentran expuestas a numerosos
riesgos, excesivos esfuerzos y los más graves extremos del hambre.
Aun en sus hogares, su nación depende para la comida, durante cierta
parte del año, de la recolección en los bosques. Esto significa que
experimentan hambrunas una vez por año. Como en todos los animales,
si la hembra está mal alimentada o sin alimentar, sus jóvenes hijos
perecen. Y si ambos, macho y hembra, son reducidos a la necesidad, la
generación se vuelve menos activa, menos productiva. A los
obstáculos de la necesidad y del riesgo, con los cuales la
naturaleza ha frenado la multiplicación de los animales salvajes con
el propósito de restringir sus números dentro de ciertos límites,
se agregan en los Indios aquellos de las labores y del aborto
voluntario. No es maravilla entonces que se multipliquen menos que
nosotros. Donde la comida es provista regularmente, en una sola
granja habrá más ganado que búfalos en un país entero de bosques.
Las mismas mujeres Indias, cuando se casan con comerciantes blancos,
que las alimentan a ellas y a sus niños muy bien y regularmente, que
las exoneran del trabajo excesivo, que las mantienen en un lugar y
sin exponerlas a accidentes, producen y crían tantos hijos como la
mujer blanca.
1Georges
Louis Leclerc de Buffon (1707-1788), naturalista francés quien
sostuvo la idea de la degeneración de las especies del Nuevo Mundo.
Su obra llevaba por título Natural History, y
estaba constituida por 44 volúmenes publicados entre 1749 y
1788, que se convirtieron en el trabajo científico más leído de
su siglo.
2Habiendo
crecido en la frontera de Virginia, Jefferson estaba más que
familiarizado con los nativos americanos.