AUTOR: Thomas Paine
TRADUCTOR: Pedro
Peña
N. del T.: Cuando
llegó a América, Thomas Paine (1737-1809) era un inglés
empobrecido cuya vida había transcurrido entre fracasos. Dos años
después era la voz más famosa y poderosa de la revolución. En
Londres había conocido a Benjamin Franklin quien le escribió una
carta de recomendación en la que lo caracterizaba como un “un
ingenioso y valioso joven”. La obra cumbre de Paine, Common
Sense (Sentido Común) fue publicada por primera vez en
1776 y se la considera un antecedente directo de la Declaración
de Independencia que tuviera lugar seis meses después.
Algunos escritores
han confundido tanto sociedad con gobierno, hasta casi no dejar
ninguna distinción entre ambos; sin embargo no son solo distintos
sino que tienen diferentes orígenes. La sociedad es producida por
nuestros deseos y el gobierno por nuestra maldad. El primero promueve
nuestra felicidad positivamente al unir nuestros afectos; el último
negativamente restringiendo nuestros vicios. Uno promueve el
intercambio, el otro crea distinciones. El primero es un patrono1,
el segundo es un disciplinador.
La sociedad en
cualquiera de sus estados es una bendición, pero el gobierno, aún
en su mejor estado, no es más que un mal necesario. En su peor
estado, un mal intolerable: porque desde que sufrimos o estamos
expuestos a las mismas miserias por un gobierno, las cuales serían
de esperar en un país sin gobierno, nuestra calamidad es elevada al
verificar que nosotros mismos proveemos los medios por los cuales
sufrimos. El gobierno, como el vestido, es el emblema de la inocencia
perdida; los palacios de los reyes son construidos sobre las ruinas
de las habitaciones del paraíso. Si los impulsos de la conciencia
fueran claros, uniforme e irresistiblemente obedecidos, el hombre no
necesitaría ningún otro legislador. Pero no siendo éste el caso,
él encuentra necesario renunciar a una parte de su propiedad para
proveer los medios para la protección del resto; a esto es inducido
por la misma prudencia que en todos los otros casos le aconseja, de
entre dos males, elegir el menor. Por esa razón, siendo la seguridad
el verdadero designio y fin del gobierno, de forma incontestable
sigue el pensamiento de que cualquier forma que aparezca como
probable para asegurárnosla con el menor costo posible y el mayor
beneficio, es preferible a todas las otras.

De esa manera la
necesidad, como una fuerza gravitante, pronto volverá a los
recientemente arrivados emigrantes una sociedad, cuyas recíprocas
bendiciones sustituirán y dejarán de lado las obligaciones de la
ley y el gobierno, innecesarias mientras permanezcan perfectamente
justos con los otros. Pero como nada excepto el Cielo es inexpugnable
al vicio, sucederá de forma inevitable que a medida que superen las
primeras dificultades de la emigracion, la cual los reunió en una
causa común, comenzarán a relajarse en sus deberes y compromisos
hacia los demás; y esta negligencia señalará la necesidad de
establecer alguna forma de gobierno que cubra el defecto de la virtud
moral.
Algún árbol
adecuado se convertirá en la Casa de Estado, bajo cuyas ramas toda
la colonia se reunirá en asamblea para deliberar sobre los asuntos
públicos. Es más que probable que su primeras leyes tendrán el
título solo de Regulaciones y no serán reforzadas por otras penas
más que la desestimación pública. En este primer parlamento cada
hombre por derecho natural tendrá un asiento.
Pero cuando la
Colonia crezca, los preocupaciones públicas también aumentarán, y
la distancia que separe a los miembros les causará mucho
inconveniente para volver a encontrarse en cada ocasión como la
primera, cuando su número era pequeño, sus viviendas estaban cerca
y las preocupaciones públicas eran pocas e insignificantes. Esto
señalará la conveniencia de un consentimiento que permita que la
parte legislativa sea manejada por un número selecto de elegidos de
todo el cuerpo, quienes se supone que tendrán las mismas
preocupaciones e intereses que aquellos que los han nombrado, y que
actuarán de la misma manera en la que actuaría todo el cuerpo si
éste estuviera presente. Si la colonia continúa creciendo, se
volverá necesario aumentar el número de representantes, y para que
el interés de cada parte de la colonia pueda ser atendido, se
considerará mejor dividir el todo en partes convenientes, cada parte
enviando su propio número, y de esa manera los elegidos nunca podrán
generar para ellos un interés separado del de los electores; la
prudencia señalará la pertinencia de tener elecciones a menudo:
porque debido a que los electos de esa manera retornarán a mezclarse
con el cuerpo general de electores en unos pocos meses, su fidelidad
al interés público estará asegurada por la prudente reflexión de
no crearse sus propios castigos. Y como este frecuente intercambio
establecerá un interés común con cada parte de la comunidad, ellos
mutua y naturalmente apoyarán a los otros, y en esto (no en el
insignificante nombre del rey) se sustenta la fuerza del gobierno y
la felicidad de los gobernados.
Aquí entonces es el
origen y el ascenso del gobierno; lo que es decir, una forma
necesaria por la incapacidad de la virtud moral para gobernar el
mundo; aquí también está el designio y el fin del gobierno.
Libertad y seguridad. Y sin embargo nuestros ojos pueden estar
impresionados con el espectáculo, nuestras orejas embaucadas por el
sonido; a pesar de que el prejuicio pueda envolver nuestras
voluntades, o los intereses oscurecer nuestro entendimiento, la
simple voz de la naturaleza y la razón dirán “está bien”.
1En
el sentido de mecenas.