TRADUCTOR: Pedro Peña
N. del T.: el Capitán
John Smith (Lincolnshire, 1580 – Londres, 1631) es una de las
figuras principales de la colonización inglesa en Norteamérica. Su
vida estuvo plagada de sucesos heroicos, capturas, escapes, motines y
batallas. Entre 1606 y 1609 participó del intento de colonización realizado
en Virginia. Aparentemente al principio de la expedición Smith habría causado problemas entre los
demás integrantes de la compañía, lo que casi termina con su vida.
El capítulo de su Historia General de Virginia que traduzco
aquí tiene algunas particularidades: Smith cuenta su historia casi
siempre en tercera persona del singular, aunque en ocasiones cambia a
la primera persona tanto del singular como del plural. Los tiempos
verbales también presentan sus vaivenes: a un párrafo en pretérito
bien puede seguir otro en presente sin que medie al respecto un
cambio significativo en el presente del acto de enunciación. Por
otra parte, la escritura de Smith es deudora del barroco: sus
enunciados son extensos y en ellos abundan las yuxtaposiciones,
coordinaciones y subordinaciones, lo que puede redundar en una
prosa recargada y de períodos extensos. También se han dado a lo
largo de los siglos diversos debates sobre la veracidad de sus
escritos, pues al parecer Smith era bastante fanfarrón y se
preocupaba siempre de quedar bien parado, como el lector podrá
comprobar después de leer este capítulo. Como detalle curioso,
Smith es aquel héroe inglés salvado por la princesa Pocahontas en
la película animada homónima.
Bien podría pensarse
que un país tan atractivo (como lo es Virginia) y un pueblo tan
tratable [como lo son los indios] no deberían haber tardado tanto en
ser dominados pacíficamente, a satisfacción de los que aventuraron
su dinero a tales efectos y para la eternización de aquellos que lo
realizaron. Pero como todo el mundo ve en esto una falla, este
tratado dará satisfacción a todos los lectores imparciales
mostrando cómo han sido llevados los asuntos, y sin dudas con él
entenderán y responderán la pregunta de cómo fue que llegó a
suceder que no hubo una mayor diligencia y suceso en aquellos
eventos.
El Capitán
Bartholomew Gosnold, uno de los primeros proponentes de esta colonia,
habiendo durante muchos años solicitado asistencia a muchos de sus
amigos, y habiendo encontrado poca ayuda, al final prevaleció junto
a algunos caballeros tales como el Capitán John Smith, el Maestre
Edward Maria Wingfield, el Capellán Robert Hunt y varios otros,
quienes esperaron por su proyecto durante un año; pero nada pudo
realizarse hasta que su gran sacrificio e industria vinieron a ser
conocidos por algunos miembros de la nobleza, la burguesía y
mercaderes, de manera que Su Majestad, a través de su carta patente,
dio órdenes de establecer consejo para dirigir desde aquí
[Londres], y ejecutar allá [Virginia]. Para llevar a cabo esto se
tomó otro año y para ese entonces se destinaron tres naves, una de
100 toneladas, otra de 40, y una pinaza de 20. El traslado de la
compañía fue encomendado al Capitán Christopher Newport, un
marinero bien preparado para navegar en la parte occidental de
América. Pero sus órdenes para gobernar fueron puestas en una caja
para que no fueran abiertas ni conocidas por los gobernadores hasta
que llegaran a Virginia.
El 19 de diciembre de
1606 zarpamos desde Blackwell, pero a causa de escasos vientos nos
mantuvimos seis semanas avistando Inglaterra, tiempo durante el cual
el Capellán Hunt, nuestro Predicador, estuvo tan débil y enfermo
que pocos esperaban su recuperación. Aun así, a pesar de que estaba
a no más de veinte millas de su hogar (el tiempo que estuvimos en el
canal) y sin reparar en el tiempo tormentoso ni en las escandalosas
imputaciones (de unos pocos, algo mejores que ateos, del mayor rango
entre nosotros) sugeridas en su contra, todo lo que nunca pudo forzar
en él más que un aparente deseo de dejar el asunto, prefirió el
servicio de Dios en tan buena travesía, anteponiendo el afecto para
impugnar a sus enemigos ateos cuyos desastrosos designios (que
podrían haber prevalecido) habían ya entonces depuesto el asunto;
tantos descontentos surgieron entonces, pero el agua paciente de sus
devotas oraciones aplacó aquellas llamas de envidia y discordia.
Cargamos agua en las
Canarias; comerciamos con los salvajes en Dominica; tres semanas
pasamos recuperándonos entre aquellas islas de las Indias
Occidentales; en Guadalupe encontramos un lugar de baños tan
caliente que en él podría hervirse el puerco tan bien como sobre el
fuego. Y en una pequeña isla llamada Monito, capturamos de los
arbustos, con nuestras propias manos, casi dos toneles llenos de
pájaros en tres o cuatro horas. En Nevis, Mona y en las Islas
Vírgenes pasamos algún tiempo en el cual, con una repugnante bestia
parecida a un cocodrilo, llamada iguana, tortugas, pelícanos, loros
y peces, todos los días nos hacíamos festines.
Salidos de allí en
busca de Virginia, la compañía se mostró algo molesta viendo que
los marineros habían sobrepasado en tres días el tiempo estimado de
viaje sin encontrar tierra, de manera que el Capitán Ratcliffe
(Capitán de la pinaza) deseaba más bien voltear el timón para
regresar a Inglaterra que realizar una búsqueda más lejana. Pero
Dios, el guía de todas las buenas acciones, forzándolos con una
gran tormenta a ir a la deriva y con las velas plegadas durante toda
la noche, los condujo mediante Su Providencia al puerto deseado, más
allá de todas las expectativas, ya que nunca ninguno de ellos había
visto la costa.
Al primer punto de
tierra que divisaron lo llamaron Cabo Henry, donde treinta de ellos,
mientras holgaban y se recreaban en la costa, fueron atacados por
cinco salvajes que hirieron muy peligrosamente a dos de los ingleses.
Esa noche fue abierta la caja y leídas las órdenes enviadas por el
Consejo de Londres, en las cuales Bartholomew Gosnold, John Smith,
Edward Wingfield, Christopher Newport, John Ratcliffe, John Martin y
George Kendall fueron nombrados para integrar el Consejo y para
elegir un Presidente entre ellos, por un año, con quien el Consejo
debería gobernar. Los asuntos de importancia serían examinados por
un jurado pero determinados por la mayoría del Consejo, en el que el
Presidente tendría dos votos. Hasta el 13 de mayo buscaron un lugar
en el que sembrar; entonces el Consejo tomó juramento; el Capitán
Wingfield fue elegido Presidente y se explicó por escrito por qué
el Capitán Smith no fue admitido en el Consejo.
De inmediato todos se
pusieron a trabajar, el Consejo planea la construcción de un fuerte,
el resto corta árboles para hacer lugar para las tiendas, algunos
proveen los tablones para reparar las embarcaciones, algunos hacen
huertos, algunos trampas, etc. Los salvajes a menudo nos visitaban
amablemente. El altivo celo del Presidente no admitía ningún tipo
de ejercicios de armas o fortificaciones, salvo algunos troncos
dispuestos en la forma de una media luna por los extraordinarios
esfuerzos y diligencia del Capitán Kendall.
Newport, Smith y
veinte hombres más fueron enviados a descubrir la naciente del río
[James River]. Por diversos y estrechos lugares pasaron; en seis días
llegaron a un poblado llamado Powhatan, consistente en una docena de
refugios agradablemente ubicados sobre una colina, ante la cual se
extendían tres islas fértiles, y alrededor de ella muchas
plantaciones de maíz; el lugar es muy agradable y fuerte por
naturaleza; el Príncipe de este lugar es llamado Powhatan y su
pueblo los Powhatans. Hasta este lugar el río es navegable, pero una
milla más arriba, a causa de las rocas y las islas, no hay espacio
ni para un pequeño bote; a este lugar lo llaman las Cataratas. La
gente de todas partes los trató amablemente, hasta que habiendo
retornado a una distancia de veinte millas de Jamestown, los indios
les dieron justa causa de desconfianza, pero Dios no había bendecido
a los descubridores de una manera distinta a la de aquellos que
habían quedado en el fuerte, donde la colonia había llegado a su
fin, y allí en el fuerte, al que arribaron al día siguiente,
encontraron diecisiete hombres heridos y un muchacho asesinado por
los salvajes, y de no haber sido porque el disparo de una de las
naves derribó un tronco de un árbol justo entre ellos, lo que causó
su retirada, todos nuestros hombres habrían sido asesinados, estando
seguramente todos trabajando y sus armas en las cubas.
De aquí en más el
Presidente estuvo conforme en que el fuerte sería protegido por una
empalizada, el cañón montado, sus hombres armados y ejercitados,
porque habían sido muchos los ataques y emboscadas de los salvajes,
y nuestros hombres, por su desorden, eran heridos a menudo, mientras
los salvajes, por la destreza de sus talones, bien que escapaban.
El duro trabajo que
tuvimos, con tan poca fuerza, para cuidar a nuestros trabajadores de
día, vigilar durante la noche, resistir a nuestros enemigos, y
realizar los trabajos que permitieran reparar las naves, derribar
árboles y preparar el suelo para plantar nuestro maíz, etc., lo
dejo a la consideración de los lectores. Habiendo empleado seis
semanas de esta manera, el Capitán Newport, quien había sido
contratado solo para nuestro transporte, iba a regresar con las
naves. Ahora, el Capitán Smith... todo este tiempo desde la partida
de las Canarias, fue retenido como prisionero bajo la escandalosa
implicancia de algunos de los jefes, quienes, envidiando su
reputación, simularon que él intentaba usurpar el gobierno,
asesinar al Consejo y nombrarse él mismo rey, que sus cómplices
estaban dispersos en la tres naves y que varios de sus cómplices que
revelaron el asunto lo confirmarían; y por esto fue remitido como
prisionero.
Trece semanas
permaneció de esa forma como sospechoso, y para cuando las naves
debían retornar, ellos [las autoridades de Jamestown] pretendieron
como acto de compasión enviarlo al Consejo en Inglaterra para que
recibiera castigo, en vez de, revelando sus motivos, de ese modo
hacerlo odioso al mundo como para disponer de su vida o derribar
completamente su reputación. Pero él desdeñó tanto de su caridad
y publicamente desafió con máximo esfuerzo su crueldad, que
sabiamente evitó sus maniobras a pesar de que no pudo evitar su
envidia; y tanto fue lo que él se menospreció a sí mismo en este
asunto que toda la tripulación pudo ver su inocencia y la malicia de
sus adversarios; y aquellos sobornados para acusarlo, acusaron a sus
acusadores de soborno; muchas falsedades fueron alegadas en su
contra, pero siendo tan bien refutadas, se engendró un odio general
en los corazones de los hombres de la compañía hacia los injustos
comandantes, y por eso se decretó que el Presidente le diera 200
Libras, de manera que todo lo que él [Presidente Wingfield] tenía
fue tomado como parte de la reparación, lo cual Smith de inmediato
devolvió al almacén comunal para uso general de la colonia.
Muchas fueron las
jugarretas que diariamente surgieron de sus ignorantes y aun
ambiciosos espíritus, pero la buena doctrina y las exhortaciones de
nuestro pedicador, el Capellán Hunt, los reconciliaron y provocaron
que el Capitán Smith fuera admitido de nuevo en el Consejo. Al día
siguiente todos recibieron la Comunión; al otro día, los salvajes
voluntariamente desearon la paz, y el Capitán Newport regresó a
Inglaterra con noticias, dejando cien hombres en Virginia, el 15 de
junio de 1607.
Como esto observa:
Los buenos hombres
nunca traen la ruina de sus pueblos.
Pero cuando los
hombres malvados comienzan con injurias,
Sin cuidar de
corromper o violar
A los jueces por su
propio lucro,
Entonces aquel país
no podrá tener paz duradera
Aunque en el
presente tenga descanso y alivio. 1
1Cita
de las Máximas del poeta griego Theognis de Megara.